viernes, 2 de octubre de 2009

DUDO - RimbaudVerlaine- Octubre 2009


Hace ya algunos días en los que no siento tu calor junto a mi cuerpo. Dudo que haya sido el rápido amancer de esta mañana lo que ha provocado mi temprano despertar.

Me tienta pensar cual ha podido ser la razón de tu abandono.

Todavía estás ahí, frente a mí, silueteado de luces y sombras retenidas en el espejo del cuarto.

El frío de tu ausencia me conmueve cada noche, y es inútil que pretenda cubrir mi desnudez con el arrope de las mantas.

Mis sentidos perciben el vacío de tu alejamiento. El lugar que ocupabas junto a mí, en la cama, es un molde desprovisto de la sustancia de tu carne, de tu espíritu, de la presencia con la que tropezaba, accidentalmente, en cada vuelta o revuelta de mis ensueños.

De este modo, me he levantado para cubrirme con la bata de seda..., la misma que antes despojabas con ansiedad antes de hacerme feliz.

Ahora, cuelga de la percha carnal de mis hombros como un blanco crespón que ocultara de la vista el motivo de tu deseo.

Contemplo mi aspecto. El reflejo mateado del cristal me retrotrae a la memoria tersa y antigua de mi cuerpo joven, antes que la de este hoy de mi cansada existencia.

Ha pasado el tiempo, aquel que nos prometíamos sería eterno, pero que quedó reducido a la suma de unos cuantos años.

Sin embargo, ha sido hace unas pocas horas cuando he sentido con fuerza la realidad de tu ausencia.

Es el tercer día de mi soledad. Es el tercer día en que mi desnudez no reclama tus caricias.

Es el tercer día en que no nos estorbamos en la ducha, bajo la fiebre animada por el chorro del agua caliente resbalando por nuestros cuerpos.

No quiero entrar en ese baño que solo sirve para desahogar lo esencial, sin que sus brillantes azulejos me produzcan los mismos escalofríos de cuando ambos nos desnudábamos para prolongar el contacto de nuestras pieles enardecidas.

Hoy seré semejante al reflejo, desvaído y cristalino, en el espejo de la habitación: un fragmento mateado de luces y sombras; un ente indefinible y solitario.

Para volver a reconocerme, me falta el hermoso contraste del rotundo perfil de tu figura, tu fortaleza humana aventajando mi estatura, por encima de mi desordenado cabello.

Y tus manos..., siempre tus manos... Echo en falta tus grandes manos de hombre abrazando la prominencia de mis caderas, explorando la tersura de mis senos y dando soporte a la fértil fragilidad de mi cintura.

Entonces no existía el tiempo ni la conciencia del paso de las horas, sino el recurrente advenimiento de unas frenéticas expectativas. Hoy, y ahora, solo me queda el refugio de mi memoria, empeñada en recordar cada acostumbrado gesto de tu cuerpo.

Enciendo un cigarrillo. Ya sé..., es demasiado temprano. Siempre me has reprochado ese deleite final de descanso y abandono. Pero ahora lo necesito, cuando representa, como el humo que se desvanece, la liviana intuición de tu alejada existencia.

Y, sin embargo..., retorno al lecho donde me arrojabas, de pronto, sin que me dieras tiempo a que pudiera consentirlo, y me despojabas de la bata para acariciarme libremente.

Yo no debía hacerlo sola; nunca me ha gustado la íntima soledad de mi sexo.

Sinceramente, añoro tu risa, pero tambien tu orgullo erguido y su vigor.

Cierro los ojos y trato de recrear las formas de tu cuerpo. Hago retornar, desde el cristal del engañoso espejo, la imagen inolvidable de tu desnudez altiva, jugando a mostrarme tu firmeza.

Aquel desparpajo con que me tomabas, volteándome cuando querías, enfrentándome cuando lo deseabas, seduciéndome cuando ansiabas que mis labios te proporcionaran mucho más que palabras y yo me sometía a la demanda de tus deseos, como una muñeca humana al borde del lecho, oscilando dócil, sintiendo placer en cada sugerido envite y, al descubrirlo después, devoraba el beso perdido entre el vello de tu vientre.

Luego, decidido, me impulsabas hacia atrás para que expusiera ante ti lo que esperabas, antes de hacerme retozar con tu pujanza.

Ahora, solo tengo encima de mí la última luz remanente de una lámpara agotada. Y pienso, musitando tu nombre mientras, con los ojos cerrados, reproduzco en mi pensamiento la presión de tu cuerpo contra el mío, y extiendo inconscientemente mis piernas para recibirte como a un fantasma que llegara a poseerme sin sentirlo dentro de mi cuerpo.

El aire, la luz creciente y mi deseo inextinguible me empujan a abrir, con dedos inquietos, la tierna caja de mi húmeda esperanza, donde no te guardaré hoy..., y no sé si, quizá, algún otro día...
Tal vez mañana.

Rimb.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿como has podido escribir este poema? ¿como has podido osar a leer mi mente? es la descripción perfecta de lo que yo siento ahora que estoy enamorada, son las palabras exactas las que me desciben a mi misma y que no me atreveria a decir. ¿como eres capaz de controlar lo que a veces siento mio? es completamente inexplicable, sinceramente es como si estubieras metida dentro de mi y me lees el alma, el corazón y el pensamiento. Gracias, nunca dejes de escribir esto, quiero seguir leyendote mucho tiempo si es posible.



De una amiga Patry