lunes, 27 de octubre de 2008

¡CÓMO HA CAMBIADO EL TIEMPO! - Rimbaud-Octubre 2008

Dicen que nacer es abrir un cuaderno en blanco
donde relatar con oscilante escritura cada vida.
Pero usamos, para colmarlo, cheques de banco,
gastando fortunas que damos luego por perdidas.

Yo quisiera describir mi vida en líneas quebradas
por azarosos puntos sin apartes que, bien unidas,
sumándose unas a otras, rectamente ordenadas,
llenen páginas, retornándome al lugar de partida.

Cada día, unas palabras que hoy confío, escritas,
a los disimulados papeles blancos de la pantalla,
como imagen múltiple de mil oscuras margaritas,
con las que espero no ganaré jamás una medalla.

Hace días que en el tiempo no prenden esos soles
que se anuncian con madrugadores golpes de luz.
Mi ventana es hoy fanal de ricos dorados fulgores,
vistiéndole, al frío otoño, con un broncíneo capuz.

No se refleja brillo alguno en los vidrios plateados
de los espejos que declaran cada día los derroches
y fatigas que se quedan en la cama, abandonados,
en el calor donde encuentro refugio por las noches.

Aún siguen ahí, agarrotándome el cuerpo inerte,
los músculos perezosos, anquilosados y muermos;
que me asemejo ya a un regresado de la muerte
por la rígida postura que adopto cuando duermo.

No deseo máscaras con las que cubrirme los ojos
en este carnaval veneciano en el que me oculto,
disimulando, entre ropajes, jubones y fríos rasos,
las vergüenzas, que me tapo con fervoroso culto.

Ocultaré, esmerándome, de mis rasgos animales.
Y no daré a nadie un motivo para que me rehuya.
Diluiré, al correr del agua, mis fluidos residuales,
figurando una efigie de hombre parecida a la suya.

Lavaré el cuerpo desnudo en aguas torrenciales.
(Me consuela bañarme de libertad y bajo la lluvia,
como si tomara nuevamente las aguas bautismales
para borrar el viejo pecado original de mi lascivia).

Abro el correo, esperando alguna carta temprana.
Pero es inútil. Hoy, como ayer, tampoco hay nada:
ni unas letras que salmodiar, feliz, en la mañana.
Quizá me rehuyan todos, en maniática desbandada.

El apócrifo premio que haya vanamente pretendido
en el anhelar recóndito de mi oscuro subconsciente
es que, alguna amistad, a la que no haya ofendido,
me rememore con admirable simpatía, de repente.

Sigo ante la balconada de las palomas mensajeras
y aguardo a que, revolando, me cedan sus misivas.
Pero las veo cruzarse ante mis ojos, muy altaneras,
sobrevolando alrededor, desoladoramente esquivas.

Aunque atiendo, escasamente, una llamada breve,
o escribo, tímido y fugaz, algún poema inconcluso,
en esas salas donde el contar versos nos conmueve
a algunos poetas ocultos, de ánimo confiado e iluso.

Hoy, lunes, ha cambiado el buen tiempo, antes azul,
y he regresado al faenar de la rutina que me espera.
Pero anhelo recibir ensueños que atesoro en mi baúl:
efluvios de aire aromático para inhalar en primavera.

Rimbaud