viernes, 8 de mayo de 2009

LATIDOS ( Rimbaud Verlaine )


Anoche era tan tarde y estaba tan fatigado
que pude oír un sonido, insistente y repetido
dentro de mi corazón, carnalmente repicado
en su latir infalible, tan firmemente sentido.

Era una campana que fibrilaba, palpitante,
que impulsaba el torrente de mis humores;
el caudal de sangre en que surto mi talante,
donde se forjan sentimientos y temblores.

La ciudad era una noche de puerta cerrada.
Acababa de volver de un largo viaje a mi casa
y no terminaba de acogerme en mi morada.
incrustándome en la blanda almohada de gasa.

El viaje fue, por cierto, un avatar de suerte,
(no podría describirlo de algún otro modo)
Un milagro que no tuviera riesgo de accidente.
Pero, al fin, aquí estaba, y lo resumía todo.

No era de mis vivencias vacías yo el dueño
y, poco a poco, o mi consciencia se dormía,
alternando el estado de vigilia y del sueño,
o meditaba, según mi aguja vital se movía.

Descansando en la pereza vacua de la nada,
cumplía el obligatorio reposar de mi cuerpo.
Trataba de evitar repasar lo que fantaseaba
imitando con mi postura a la de un muerto.

Fue inútil. Casi sin pensar, fue la alborada,
animada por la luz temprana del sol del Este,
la que puso un rastro de color sobre mi cara
empalidecida por una desazón, y casi inerte.

Pensé. Sí, eso creo que hice en algún momento,
que por mi barrio, en las sequedades apiñadas,
debiera de correr un riachuelo entre el cemento
convirtiendo en cauces las aceras empedradas.

Y la calle: un vergel verdeante, con mil flores.
(No creo que decidan los ediles este derroche
aunque usen del riego para evitar los olores
que los desperdicios provocan por las noches.)

Escuchaba e recio chorrear de una manguera
que iba remojando el asfalto, aún ardiente.
No era lo que suponía: la natural torrentera;
un arroyuelo retozón y fértil agua nutriente.

El río que evocaba era de una natural fuente:
un reguero jugoso de agua que me empapara,
refrescando mi agotada sequedad tibiamente;
no una turbonada que, fría, se desparramara.

¡Qué triste es no dormir, ni despertarse siquiera
de aquella noche transcurrida casi inútilmente
que no permitió que soñara, de alguna manera,
aliviándome, aunque solo ocurriera brevemente!

Entré en el día - si puedo decir esto en conciencia.
Me pesaban los ojos, escociéndome de tal manera
que traté de sustraerles a los demás esta dolencia,
alegando sufrir de alergia al polen de la primavera.

Rimb.