martes, 4 de septiembre de 2007

RONDA A UNA DAMA ALEJADA ( Rimbaud - Septiembre, 2007)


Hoy, he presentido el futuro incierto de mi vida
mientras recorría estos caminos donde antes
jugaba alegre, en mi pronta juventud perdida;
y revivido, en semblantes apenas recordados,
los tiempos que no se hallan ahora presentes,
transformados en imprecisos rictus olvidados.
Pero, dejémoslo, que ya lo doy por mal perdido.
Veo que, lo que fuera sentimiento, es rechazado.

Me han acercado a tus puertas, muy fogosos
de un potranco, los pasos bravos, prolongados.
Soportando mis doloridos pasos presurosos,
aún recorro senderos de guijarros aguzados
y mil poemas, que relatan amores venturosos
mientras busco sonidos armónicos, recitados
con hilos de voz que ansían parecer hermosos
tejiendo, entre suspiros, los deseos anhelados.

Noble bruto que al llegar al recinto rebullía,
desmontando al jinete impaciente y agitado.
Una luz suficiente: una ventana y una bujía
que portaba sombras fantasmales al terrado.
Mas, no era a los fantasmas a quien yo temía,
sino a tus ausencias, y a tu mirar tan alejado.
A que me ignoraras deliberadamente, tan fría
como si no suscitara en ti ni un gesto amado.

Cuando hoy, en el pétreo quicio de una puerta,
embriagado por los rumores de la tibia noche,
a la sombra de una terraza florida, engalanada,
descabalgo, como un muñeco, ante el porche
de la casa donde moraba mi dama, la adorada.
Ante el ventanal, que refulge como un broche,
alzo al cielo turbio y a la luna gris una mirada;
cursando ardientes reclamaciones sin reproche.

Una luz, es el fanal de una ventana entreabierta,
adornada de magnolios y de rosas encarnadas.
Una puerta de madera, dispuesta y casi cerrada,
y las cortinas, medio descorridas o desveladas,
darán paso a tu presencia esquiva y silueteada.
No puede ser un caballero tan herido por lanzadas,
desdenes, juegos y risas de chanza intencionada;
flores con espinas de silencio y esperas desairadas.

No ruegues a Eros, dios del querer, que no te ame
ni des negligente quejumbre al lucero que te excita;
aunque, en silencio y ausencia, la pasión te llame.
Escucha a solas la voz del corazón, que te suscita
que la pujanza de tu emocionalidad venal se inflame
con la vehemencia de ardor carnal con que te invita.
Nunca pienses que rendirse a gozar es cosa infame
cuando, a tu candoroso oído, un poeta cantor recita.

Mis agudas baladas, te reclaman en su contento;
y el agua, deslizándose por arroyos rumorosos,
sortea la verdeante piedra gris del pensamiento
y brota en caudal del seno de tu pozo venturoso.
Es inevitable que no quieras domar tu sentimiento.
Sin pedirlos, vendrán momentos muy hermosos
en que el amor te alcance en ardoroso intento
sumergiéndote en un manantial fluido y gozoso.

Por mucho que algunos te trastornen la cabeza,
alumbrarás de tu redondo vientre la conciencia,
tomando la plenitud de tu sentir y su fiel belleza;
todo aquello que no conseguirá nunca la ciencia.
He amado siempre el excitable ardor de tu fiereza
disfrazada de voluptuosidad, e inquieta paciencia,
haciéndome desesperar en el deseo de tu terneza
hasta alcanzar el árido recelar de tu inclemencia.

No podrás jamás, niña dorada, evitar reflejarte
en el lago azul de los cisnes que aún palpitan
a la vista de alguna de mis estrellas titilantes;
O que, reflejos de luna, en el agua se derritan.
En la sombra del jardín, oculto mi yo galante,
y los versos de frases ingeniadas que recitan
lo que no puedo jamás reprimir de mi talante.
Los recuerdos, de fogosa excitación, no evitan
que pueda ansiar tu blanca piel besar constante.

Abrid de una vez la balconada a quien declama.
Dejad que entre el soplo del amor en los adentros.
Hacedme lugar junto a las sedas de vuestra cama.
Ved que vivir es mi motivo y razón de sufrimientos,
y mi pasión, es un placer reclamado de plena gana.
Al pie de la luna, subyugado a los propios vuestros,
os ofrezco dejar tendido mi gorro de plumaje grana
como tributo de un hombre feliz, al amor presto.

Rimbaud