domingo, 25 de mayo de 2008

DA IGUAL (Rimbaud - Mayo 2008)


-- Da igual; ya nada importa – dijiste,
mientras una rosa amarga sellaba tu boca
y tus ojos emprendían un infinito vuelo
hacia los recónditos lugares de la astucia,
donde escondías las trampas más sutiles
y las artimañas con que apresabas mi cariño.

-- Da igual; ya nada importa – repetiste,
eludiendo, con un quiebro de tu hermosa figura,
las febriles intenciones ansiosas de mi mirada,
que quería reaprenderse las formas de tu silueta
delineando los senderos tantas veces recorridos,
cuando mi piel era el único cobertor de tu cuerpo.

-- Da igual; ya nada importa – afirmaste,
emprendiendo un seductor retorno a mi rostro
para fijar en él un cruel reproche inesperado;
como un puñal de vivo filo que me atravesara,
despreciando la densidad de mi memoria
y desgarrándola en fragmentos de recuerdos.

-- Da igual; ya nada importa – asentí,
sabiendo que con ello traicionaba mi creer,
y quebraba el interno juramento que hice
de seguir amándote, fiel y para siempre,
mientras quedaran fuerzas en mi espíritu
y me agitaran las palpitaciones de la vida.

-- Da igual; ya nada importa – recordaste,
con el aliento frío de quien escupe su desprecio
abandonándose a la injusta ira del momento.
Y, así, dejaste caer de tus labios la rosa amarga,
envenenando el espasmo agónico de los míos
que, trémulos, cerraron en un rictus tus palabras.

-- Da igual; ya nada importa – musité.
Y, poco a poco, como si el viento se tornara polvo,
me envolviste en un disuelto manto de arena,
desgranando tu estatua de amor, desmoronada,
hasta fundirla sobre la vacía extensión inhóspita
de mi desesperanzado e inclemente páramo perdido.

-- Da igual; ya nada importa – confirmé entonces.

Rimb.