miércoles, 20 de febrero de 2008

CARAMELO SALINO (Rimbaud - Febrero 2008)


Chupé tus labios, sediento de azúcar y luna;
la sal me devolvió los sabores grises del mar;
mi lengua se perdió en recovecos de espuma
y las arenas quedaron embebidas de bruma,
mientras iniciábamos nuestra danza de amor.

Tenue fue el contacto con tu piel nacarina,
encendida la mirada que observó tu bailar,
oscilando en el aire en flotante serpentina,
apresado en tus brazos, furtiva danzarina,
arrebatado, cautivo del deseo y de tu calor.

De lejos llegó el sonido oscuro de tu voz divina,
y el rumor apretado de las olas en brutal roar,
sonora llamada de sirena, con canto de bocina,
rasgando nieblas saturadas de húmeda calima,
ocluyendo en un negro cielo las luces del albor.

Tendida, sobre un húmedo lecho de algas finas,
te hice mía, sin que pudieras negarte a mi gozar.
Y dentro de tu cuerpo, mi brillante aguamarina,
entregué la razón de mi deseo, dulce concubina,
con el excitado gritar animal de un rudo clamor.

Ahora, alejados por tantas millas de agua salina,
no me queda otro remedio que intentarte soñar,
Mis recuerdos son hoy blanca y suave muselina;
velos tenues en arrebujes de tela sedosa y fina,
como suspiros sembrados en rastrojos de dolor.

Rimbaud

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