martes, 27 de marzo de 2007

En la frutería (Patrick)

Ayer tarde, en un supermercado.
Dos damas, ya no escasas en años ni en carnes, han terminado con su compra de varios kilos de frutas variadas. Al salir, se cruzan con un caballero alto, elegante, discreto, que una vez dentro, pide la vez.
—Dos peras de agua, —solicita cuando llega su turno.
El frutero las pesa, diligentemente.
—Dos tomates pequeños —añade.
El frutero, con no menor paciencia, va a por ellos.
—Un plátano, pero que sea de Canarias —dice, sin el menor pudor.
El frutero coge un plátano, y lo pesa con parsimonia, cual si de un objeto valioso se tratase.
—Dos naranjas. Pero que sean pequeñas. Y... eso es todo.
El frutero, tras pesarlas, le entrega una bolsa con toda su compra.
—Son dos euros en total —le dice la cajera, poco después.
Nuestro hombre, tras abonar su compra, coge la discreta bolsa frutícola y sale con ella dispuesto a emprender una curiosa comida. ¿Comerá solo? ¿Será vegetariano? ¿No le llega el dinero para más?
—Estas cosas no pasaban antes —queda rumiando el frutero.


Patrick

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Bonita reflexión, de quien hasta en una frutería llega a captar con apenas unos datos, la soledad del alma ajena, demuestra el autor tener una sensibilidad muy especial.

Anónimo dijo...

Felicidades, Patrick..clos

Anónimo dijo...

Durate años viví en un barrio pobre. Un día una señora entró en la pescadería, y observó el precio del pescado.Se le llenaron los ojos de lágrimas y dijo: dios mio somos seis para comer, tendré que volver a comprar pollo. Cuando salió todos miramos al suelo y el silencio se cortaba con cuchillo.